“Un día iba caminando por la calle y me encontré un escarabajo muerto intacto. Lo recogí, lo puse sobre mi reloj de pulsera e imaginé cómo sería si el insecto formara parte del engranaje. Y lo hice realidad”, explica el escultor.
Con el tiempo ha ido añadiendo a sus minúsculas esculturas piezas de otros aparatos, como máquinas de coser y de escribir. Los insectos los sigue recogiendo de la calle o los encarga a especialistas que se los envían desde cualquier punto del globo.
BEATLES:
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