sábado, 1 de septiembre de 2012

Opio, Prostitutas y Carne de Perro

Kowloon city



Hong Kong, ciudad mítica desde tiempos inmemorables por su historia convulsa y su estratégico emplazamiento. En nuestros días, mezcolanza de la modernidad y el desarrollo que dejó allí como herencia la ocupación inglesa durante un siglo, y las antiguas costumbres y supersticiones chinas, que en poco más de una década, desde que la colonia volviese a ser territorio chino, se han adueñado de nuevo de la vida cotidiana de esta ciudad. Posiblemente sea el único lugar del mundo donde, en los bajos de un rascacielos de cristal y acero, se pueda comprar cola de dragón o cuerno de unicornio, para curar a saber que males.




Paseando por las afueras de esta gigantesca metrópolis, el turista quizás encuentre en su caminar errante un bonito parque tradicional chino y decida sentarse a descansar un rato, con una bonita pagoda en el centro y lagos que parecen espejos, es el lugar ideal para retomar fuerzas. Sentado a la sombra de un frondoso árbol, el turista ve a lo lejos, en la linde del parque, los restos de una vieja muralla y lo que parecen unos viejos y oxidados cañones y le pica la curiosidad. Saca de su mochila la enorme guía turística que compró en el aeropuerto con la esperanza de encontrar alguna referencia sobre esas murallas y tras ojear un rato, encuentra:

Esta usted en el parque de la Ciudad amurallada de Kowloon, y justo en este punto tan fresco y tranquilo en el que está descansando, hace muy pocos años, existía una pequeña ciudad en la que la luz del sol nunca iluminaba sus calles y que ostenta el triste record de haber sido el núcleo más poblado del mundo, con 1.900.000 habitantes por kilómetro cuadrado.

Pero si tiene un rato, nos remontaremos unos siglos atrás y le contaré la historia de la ciudad más oscura del mundo.





En los albores del segundo milenio, esta zona del mar de China, plagada de islotes y difíciles pasos para la navegación, era el lugar ideal para los piratas que asediaban a los comerciantes en sus idas y venidas a este centro mundial del mercadeo. Por este motivo, los gobernantes de la Dinastía Song decidieron poner un puesto de vigilancia en este enclave y como puesto militar continuó durante prácticamente todo el milenio pasado. Con el avance en los artefactos de guerra, también evolucionó el puesto de vigilancia hasta convertirse fortaleza completamente amurallada. En 1842, la Dinastía Qinj firma el tratado de Nanjing con los ingleses cediendo la Isla de Hong Kong al imperio británico. Años más tarde, en 1898, el tratado se modifica y se anexan a la colonia inglesa todos los territorios lindantes con Hong Kong, incluida la península de Kowloon, donde se encuentra el enclave fortificado. En el tratado, y como única condición, el gobierno Chino exige que la fortaleza quede excluida del territorio bajo el gobierno y mando del imperio Británico. A los ingleses, este pequeño lugar de apenas cien metros por doscientos de área y con setecientos habitantes, les trae un poco sin cuidado y aceptan el trato.






Panorámica de Kowloon en 1910

Pero los Chinos usan la fortaleza para ejercer un control sobre toda la zona que ya no les pertenece y esto no le hace mucha gracia a los ingleses, que un año después acaban por atacar el enclave.

En este punto comienza la libre historia de la ciudad de Kowloon. El fortín, una vez desmilitarizado, continúa siendo territorio chino, pero queda como una isla en tierra, aislado completamente de las turbulencias que acontecen en ese gran país. Se va formando en él un pequeño y humilde barrio en el que el comercio y las tradiciones van asentándose. Ciudad sin ley, son los propios habitantes los que las crean y ejecutan.

Cae la última gran dinastía, la Qinj. En 1911 llega la primera república China y en 1949, la república popular China. Pese al paso de los años, ningún gobierno se hace cargo de este pequeño y molesto lugar y Kowloon, sigue creciendo a su ritmo en su peculiar anarquía hasta que en 1940, la segunda guerra mundial pasa factura y es bombardeada por los japoneses en su invasión de Hong Kong. Los restos de la muralla son usados prácticamente en su totalidad para construir el aeropuerto de Kai Tak.



Japón cae en la guerra y todo vuelve a la normalidad, con la salvedad de que Kowloon comienza a convertirse en un nido de ilegales y de gentes con dudosas actividades. La población aumenta de forma desaforada y con ella, la vida oscura de la ciudad. El opio, la prostitución, el contrabando… las mafias son dueñas y señoras del laberinto de estrechas calles, que en los tramos más anchos, apenas alcanzan un metro. La ciudad comienza a crecer hacia arriba, las casas se sostienen unas con otras, no hay planos ni arquitectos, simplemente cuando se necesita construir una casa, se busca un hueco sobre una existente y se hace. Las normas son simples, los cables eléctricos a la vista para evitar posibles incendios y no más de catorce alturas, esta segunda norma impuesta por los ingleses a modo prevención para sus aviones, que rozan ya los edificios en sus despegues.













Único lugar de Kowloon abierto al cielo, el mercado.(Hueco que se ve en la primera foto)


A mediados de siglo, los británicos intentan desalojar en un par de ocasiones la ciudad, pero las mafias y el sindicato del crimen de Hong Kong son demasiado fuertes y en el volumen de negocio que se mueve en la oscuridad de los callejones están implicados muchos de los colonos ingleses. Con lo cual, se opta por hacer la vista gorda y dejar el enclave completamente a su suerte. Hasta que a principios de los setenta, la policía de Hong Kong da un estocazo a la mafia y en violentas redadas limpia el lugar de delincuentes. A finales de los setenta, Kowloon tiene unos 30000 habitantes y sigue creciendo. Las actividades ilícitas prácticamente han desaparecido, y la gente vive humildemente en este geto suburbial de la gran Hong Kong, que se ha convertido en todo un hito de la modernidad. A finales de los ochenta, este lugar se ha convertido en una vergüenza para ambos países y en un tratado conjunto, se decide su completa demolición.







Dos años lleva evacuar a las cincuenta mil almas de este mítico lugar, conocido como la ciudad más oscura del mundo, pues la estrechez de sus calles y la desmesurada altura de sus construcciones hacen que la luz del sol no llegue jamás al suelo, siendo necesaria la continua iluminación con luz fluorescente, que hace que al estar allí durante un tiempo, se pierda la conciencia del tiempo y no se sepa si es de día o de noche.

En 1993, Kowloon deja de existir por completo y en su lugar se construye el parque donde está usted hoy sentado plácidamente.

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