A lo largo de la historia hemos visto a muchos asesinos seriales, sin embargo, hay algunos que van "un poco mas allá" y terminan comiéndose a sus víctimas o en algunos casos, cocinándolos con mantequilla.
Andrei Chikatilo asesino en serie de la Unión Soviética. Realizó al menos 53 asesinatos y se le conoció como «el carnicero de Rostov». Este hombre tenía problemas durante las relaciones sexuales porque era impotente, era una de las causas por las que actuaba a sus víctimas. Además practicó actos de canibalismo, ya que, declaró que le gustaba comerse las partes del cuerpo más blandas.
Los psiquiatras del Instituto Serbsky, no obstante, lo veían como un sádico prudente que no sufría ningún trastorno que pudiera impedirle ver que sus actos estaban mal, que eran actos premeditados. Por esa razón, en octubre de 1991 se dieron a conocer sus conclusiones, diagnosticando que el asesino estaba «legalmente cuerdo». El juicio de Andrei Chikatilo se inició en abril de 1992 y duraría hasta octubre de ese mismo año. Éste, con la cabeza rasurada, presenció su juicio desde un cubículo de metal para mantenerle a salvo de la multitud enfurecida. El primer día deleitó a los fotógrafos esgrimiendo una revista porno, pero más tarde, abatido, se quitó la ropa y meneó su pene gritando:
Fijense que inutilidad. ¿Qué piensan que iba a hacer con esto?
Los jueces no dudaron en anunciar el veredicto que habían nominado: el 15 de octubre de 1992 fue sentenciado a la Pena de Muerte, y ejecutado de un tiro en la nuca en la prisión de Rostov del Don el 14 de febrero de 1994.
Ruby Eugene, murió a los 31 años por los disparos de la Policía de Miami cuando estaba comiendo la cara a un indigente. Este «Hanibal Lecter» le devoró, a plena luz del día, el 75% de su rostro, dejándole, en la actualidad, en estado crítico. Las autoridades encontraron a Eugene desnudo y bajo los efectos del «Ivy wave», una nueva droga sintética, conocida en España como «sales minerales».
De origen haitiano, nacido el 4 de febrero de 1981 (31 años) era como su novia lo describió, una persona dulce y de buenos modales. Fumaba marihuana pero no usaba drogas fuertes, versión que confirmó el informe forense donde sólo ha identificado componentes activos de cannabis en la sangre, incluso no tomaba medicamentos que no fueran recetados, ni para curar un dolor de cabeza. Rudy Eugene y su novia se conocieron en medio del tráfico cuando él le pidió sus datos. Ese mismo día la llamó y empezaron a salir. Tuvieron una relación de cinco años, en la cual peleaban constantemente pero siempre terminaban en reconciliación. Rudy leía todas las tardes la Biblia y mostraba a sus amigos algunos versículos. Tenía una fe y creencia enorme en Dios. Aunque ella argumentó que Rudy nunca fue violento con ella, la policía tiene en su historial diversos arrestos por cargos de asalto. Reportan que en el 2004 amenazó a su madre y destrozó varios muebles durante una discusión que tuvieron.
Mientras que fuentes policiales especularon que el uso de una droga callejera como las "sales minerales" pudo haber sido un factor, informes toxicológicos sólo fueron capaces de identificar la cannabis, y se desconoce la causa última del comportamiento de Eugene.
Peter Bryan es un inglés, asesino en serie y caníbal. Cometió tres asesinatos entre 1993 y 2004. Bryan consideraba que el cuerpo humano era una fuente fuerte de alimento. Incluso le dijo al psiquiatra que esperaba matar a otras ocho personas más. Fue ingresado en un hospital psiquiátrico a los 20 años, con su primera víctima; le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. En 2003, cuando los médicos diagnosticaron una gran mejoría. Pero cuando le trasladaron a otras inmediaciones, asaltó a una niña de 16 años. en 2004, cuando salió de la unidad de salud mental mató a su amigo, al que cocinó su cerebro en una sartén con mantequilla, en la estufa del lugar. Fue ahí donde la policía alertada por los vecinos lo sorprendió y detuvo.
De ahí, Bryan fue enviado al hospital mental de Broadmoor, donde pocos meses después ahorcó a otro preso, Richard Loudwell. Al parecer, Bryan tenía como sueño matar a ocho personas y comérselas y se comparaba así mismo con el personaje de Hannibal Lecter en la película del “Silencio de los Inocentes”.
Jeffrey Dahmer fue apodado como «El Carnicero de Milwaukee» por asesinar a 17 hombres y chicos entre 1978 y 1991. No sólo es conocido por la gran cantidad de asesinatos, sino también por practicar la necrofilia y el canibalismo. El 22 de julio de 1991, Tracy Edwards, su última víctima, consiguió escapar esposado. La policía lo vió y esta vez decidieron investigar. Fueron al apartamento del hombre que lo había esposado, y al revisar la habitación descubrieron varias fotografías de cadáveres, restos humanos, y una cabeza en el congelador. Dahmer intentó huir, pero fue detenido. Edwards además fue identificado al salir a explicar su caso en televisión, como acusado de una violación a una chica poco tiempo antes.
En su casa se encontraron las paredes llenas de rastros de sangre , cuerpos mutilados, siete cráneos, y demás huesos. Días después vecinos de Dahmer dispararon a las puertas de su casa ante el horror que causaron sus crímenes.
Los psiquiatras que lo atendieron le dijeron que estaba enfermo, por lo que se declaró culpable con atenuante de enajenación mental, para ser condenado a una cárcel especial para enfermos mentales, pero el atenuante fue finalmente rechazado. En principio se había declarado inocente, pero cambió su declaración por la gran cantidad de pruebas encontradas en su contra. El jurado entonces lo declaró mentalmente sano y por consecuencia fue finalmente sentenciado a 15 Cadenas Perpetuas consecutivas.
Para finalizar, les dejo al "Vampiro de Sacramento", un caso único, que merece un mayor análisis...
Richard Trenton Chase, el asesino de los asesinos, nace el 23 de Mayo de 1950, en Santa Clara, California. A corta edad, Chase comienza a mostrar un errático comportamiento, el cual es detectado por sus padres. Es revisado por algunos especialistas y el diagnóstico fue devastador: esquizofrenia paranoide. Se le comienza a dar medicamentos que sólo conseguían sedarlo. Mientras tanto, Chase se mostraba solitario, deprimido y sin interés en los estudios. A los 10 años, aun se orinaba en la cama por las noches, cometía actos de piromanía constantes y (para cerrar la triada asesina) torturaba, mutilaba y mataba animales.
En la adolescencia, Chase comienza a sufrir ataques de pánico debido a supuestas "afecciones" y "enfermedades" que amenazaban su vida. Aseguraba que su cerebro no irrigaba sangre, por lo que decidió beber sangre y consumir intestinos de perros y gatos. Fue internado y atendido por una grave infección estomacal y, a pesar de este terrible incidente, sus padres decidieron llevarlo a casa, haciendo oídos sordos ante las recomendaciones de los expertos que recomendaban, seriamente, internar a Richard en un psiquiátrico. Quizá con la esperanza de que todo cambiaría, los padres de Richard dejan de darle sus medicamentos, y cuando cumple 21 años, le dan la facilidad de alquilar un departamento para que viva solo. De forma absurda, sus padres creían que si se veía a sí mismo como alguien independiente, podría mejorar. Este espacio, sólo sirvió para que Chase pudiera consumir todo tipo de drogas, sin ser molestado. Se convirtió en un adicto y su estado físico era lamentable. Con dientes amarillos, sucio y excesivamente delgado, Chase se sentía enfermo. Aseguraba que su sangre comenzaba a secarse y que su cerebro no funcionaba. En una ocasión se rapó la cabeza y acudió a un médico, asegurando que le estaban apareciendo cuernos y que alguien le había "robado" una arteria pulmonar y no podía respirar bien. Por ese entonces, Chase comenzó a inyectarse sangre de conejo, pues según él, su corazón se estaba secando. También solía mezclar tripas de perro, sangre y Coca-Cola, para beberlos... Chase creía que esta era la única forma de seguir con vida.
Richard compartía drogas y alcohol con algunos amigos; pero sus alucinaciones comenzaron a inquietar, incluso, a sus propios amigos drogadictos. Chase se ponía naranjas en la cabeza, según él, para absorber vitamina C. También comenzó a notar que los huesos de su cráneo se empezaban a desencajar y que sus intestinos se desplazaban por todo su cuerpo.
En un momento, comenzó a hablar de una organización Nazi que estaba tras su pista y que querían matarlo. Oía voces por teléfono que lo amenazaban de muerte. Convirtió su departamento en un oscuro agujero, tapiando puertas y ventanas con tablas de madera. La única forma de entrar y salir, era a través de un agujero que hizo en la muralla y que se situaba detrás de un clóset. Consigue comprar un revólver, supuestamente para defenderse del grupo criminal que lo perseguía; pero ensimismado en su indescriptible mundo enfermo, Chase estaba a un solo paso de cometer su primer asesinato.
Antes de matar, Chase prueba su arma desencajando varios tiros contra las ventanas de sus vecinos, de forma displicente. Días más tarde, el 29 de Diciembre de 1977, dispara sin previo aviso sobre un sujeto que cruzaba la calle, matándolo en el lugar. Su nombre era Ambrose Griffin, de 51 años. El actuar de Chase se volvía impredecible y sumamente peligroso. Huyó del lugar y no pudo ser identificado por la policía.
Teresa Tallin, de 22 años, sería su segunda víctima. La ataca en la entrada de su casa, mientras ella sacaba la basura. Le dispara en tres ocasiones y la lleva al interior, en donde la destripa de forma brutal, extrayendo pulmones, intestinos, riñones e hígado, dejándolos desparramados en un costado. Bebe su sangre en un tarro de yogurt y la viola. Luego de apuñalar el cadáver en varias ocasiones, se pinta la cara con sangre y defeca en la boca de la joven, antes de huir de la dantesca escena. El crimen dejó en shock, incluso a la policía y los medios de comunicación. La noticia se vuelve aun más espantosa, cuando se da a conocer que Teresa estaba embarazada.
La escena del crimen era particularmente pavorosa. Los expertos advirtieron, de inmediato, que el asesino no tardaría en volver a actuar. A pesar del caos en el lugar del asesinato, no existían pistas que ligaran este crimen con Richard.
Según algunas fuentes, Chase ya había entrado a algunas casas a defecar en las camas de sus vecinos, con anterioridad. Nadie podía entender este asqueroso ritual. Probablemente, ni siquiera el mismo Chase podría haberlo explicado.
Tan solo 4 días después del terrible ataque, Chase vuelve a actuar. Esta vez, asesina a Evelyn Miroth, a su hijo de 6 años, Jason, a un bebé de 22 meses llamado David, y a un amigo de la familia reconocido como Danny Meredith. Nuevamente, Chase se regocijó con un festín sangriento, en donde violó el cuerpo de Evelyn, bebió su sangre y destripó el cadáver. Sin embargo, esta vez su ritual vampírico fue interrumpido por golpes en la puerta. Cogió el cuerpo de David, el bebé de solo 22 meses, y salió huyendo del lugar. Fue visto por varios testigos, quienes decían que llevaba algo en una caja de cartón. Incluso algunos vieron cuando el cadáver del bebé se le cayó al piso, y lo recogió apresurado.
La policía ya estaba alertada y las investigaciones contaban con un retrato hablado. Los noticiarios seguían el caso durante todo el día, y la ciudad de Sacramento estaba bajo la vigilancia de la policía en cada esquina. Una chica llegó a la policía, afirmando que se había encontrado con un ex compañero de colegio, cerca de un supermercado. Este, habría tratado de convencerla para que lo siguiera, pero la chica se negó al verlo desaseado y con una mancha de sangre en la camisa. Previamente, Robert Ressler (quien siguió de muy cerca este caso), advirtió al FBI que el culpable de esta serie de asesinatos, debía ser un hombre joven y de apariencia desaseada, con un trastorno mental grave y con algún registro de haber sido internado en alguna institución mental. Todo encajaba en el prontuario de Chase, quien ya había sido internado en un psiquiátrico años antes. En ese entonces, un enfermero presentó su renuncia, asustado por el comportamiento de Chase, pues salía la patio, atrapaba pájaros y les comía la cabeza.
La policía no tardó en vigilar su casa, hasta que apareció y fue detenido en el acto. Cuando entraron al departamento de Chase, se descubrió a qué nivel había llegado su esquizofrenia. El lugar estaba hecho un asco, sumamente sucio, con restos de animales, sangre en botellas y restos humanos. El cuerpo del pequeño bebé de 22 meses estaba parcialmente destrozado. Chase le había sacado el cerebro, lo mezcló con Coca-Cola en una juguera, y se lo bebió.
Richard aseguró que mataba para sobrevivir. Que si no bebía sangre, moriría. La prensa amarillista siguió el espeluznante caso del "Vampiro de Sacramento" y obtuvo más de lo que pidió. Algunas fotografías de las escenas de los crímenes se filtraron; pero resultaron tan repugnantes (tanto para la prensa, como para el jurado) que se decidió resguardarlas en los archivos.
Presentado ante el jurado, el acusado se mostró silencioso y taciturno. No mostró ninguna emoción y parecía seguir perdido en sus alucinaciones.
Durante su estancia en la cárcel, su paranoia continuó y solicitó a las autoridades carcelarias que analizaran su comida, pues temía estar siendo envenenado.
Cuando se le preguntó cómo seleccionaba a sus víctimas, Richard explicó que se acercaba a una casa al azar e intentaba abrir la puerta. Si esta estaba cerrada, se retiraba... pero si estaba abierta, entraba "Si una puerta está cerrada, es porque no eres bienvenido"
Era evidente que Chase estaba loco; sin embargo los integrantes del jurado (y la opinión pública) lo querían ver muerto. Fue sentenciado a muerte; sin embargo, Chase se quitó la vida con una sobredosis de antidepresivos el 26 de Diciembre de 1980, cuando tenía 30 años.
El testimonio de Ressler
Después del juicio a Richard, el profiler del FBI, Robet K. Ressler, lo entrevistó y describió su encuentro en estos términos, dentro de su libro Asesinos en serie:
"Yo no estaba de acuerdo en absoluto con el veredicto ni con la orientación que se había dado al caso. Ocurrió en el mismo periodo en que el antiguo inspector del ayuntamiento de San Francisco, Dan White, asesinó al alcalde Moscone y al inspector Harvey Milk. White alegó que se había vuelto loco porque había consumido un tipo de comida basura, los Twinkies de Wonder, y su estrategia fue aceptada. Lo mandaron a una cárcel estatal sin pena de muerte. Richard Chase, en cambio, que tenía claramente una enfermedad mental y debería haber pasado el resto de su vida en un psiquiátrico, fue condenado a muerte. John Conway y yo visitamos a Chase en el Corredor de la Muerte de San Quintín en 1979. Conway era el enlace del FBI con las cárceles de California y era un tipo excepcionalmente afable, apuesto y sutil, que poseía el don de conseguir que los prisioneros hablaran con él.
Visitar a Richard Chase fue una de las experiencias más extrañas que jamás tuve. Desde el momento en que entré en la cárcel hasta que me senté en el cuarto donde lo entrevistaríamos, rasé por toda una serie de puertas que se cerraban de golpe tras nosotros, una experiencia opresiva y aterradora. Había estado en muchas cárceles, pero ésa fue la más horripilante; me sentía como si estuviera atravesando un punto sin retorno. Conway estaba mucho más entero que yo. Subimos en varios ascensores y el último nos dejó en el Corredor de la Muerte. Escuché ruidos extraños, gemidos y otros sonidos casi inhumanos provenientes de las celdas. Nos sentamos en un cuarto a esperar a Chase y lo oímos acercarse por el pasillo. Llevaba grilletes en las piernas y hacía un sonido metálico seco al andar, lo que me hizo pensar enseguida en el fantasma de Marley del libro Una canción de Navidad de Charles Dickens. Además de llevar grilletes, iba esposado y tenía puesto uno de esos cinturones a los que van atadas las esposas. Sólo podía arrastrar los pies a duras penas.
Su aspecto me dio otro susto. Era un hombre joven, flaco, extraño, con el pelo negro y largo, pero lo que realmente me impactó fueron sus ojos. Nunca los olvidaré. Eran como los ojos del monstruo de la película Tiburón. No había pupilas, sólo puntos negros. Eran ojos malvados que recordé durante mucho tiempo después de la entrevista. Casi tuve la impresión de que no podía verme, que más bien miraba a través de mí, sin más. No mostró ninguna señal de agresividad, simplemente se sentó y se quedó pasivo. Tenía un vasito de plástico en las manos, algo de lo que no habló al principio. Como Chase ya había sido condenado y se encontraba en el Corredor de la Muerte, no me sentí obligado a empezar con el típico cortejo que empleaba en la primera entrevista con un asesino. Normalmente, tengo que esforzarme por demostrar al preso que soy digno de su confianza y que puede hablar conmigo. Chase y yo hablamos con bastante facilidad, considerando su estado mental. Reconoció haber cometido los asesinatos pero dijo que fue para preservar su propia vida. Me indicó que estaba preparando una apelación centrada en la idea de que se estaba muriendo y había asesinado para obtener la sangre que necesitaba para vivir. Lo que ponía en peligro su vida era el 'envenenamiento de jabonera'. Cuando le dije que no conocía la naturaleza del envenenamiento de jabonera, me ilustró al respecto. Todo el mundo tiene una jabonera, dijo. Si levantas la pastilla de jabón y la parte de abajo está seca, estás bien. Pero si esa parte está pegajosa, significa que sufres de envenenamiento de jabonera. Le pregunté por los efectos del veneno y me contestó que convierte la sangre en polvo, lo pulveriza básicamente; la sangre entonces va consumiendo el cuerpo y su energía y reduce las habilidades de la persona.
Al lector esta explicación le puede parecer ridícula o demasiado extraña. Sin embargo, cuando me vi en aquella situación, tenía que reaccionar correctamente. No podía parecer horrorizado o sorprendido y debía tomar la explicación como lo que era: una ilustración del razonamiento de un asesino. La regla que empleamos es que no decimos nada sobre la fantasía y animamos a la persona a seguir hablando. De modo que no podía decir sobre el envenenamiento de jabonera 'no existe tal cosa', porque eso no habría servido para nada. Tampoco podía decir: 'oh, sí, conozco a personas que han tenido envenenamiento de jabonera'. Simplemente acepté su explicación y no me puse a discutir al respecto. Apliqué la misma regla cuando empezó a contarme que era judío de nacimiento (sabía que no era verdad) y que los nazis lo habían perseguido toda su vida porque tenía una estrella de David en la frente, que procedió a mostrarme. Podía haber dicho: '¡Qué tontería más grande!' o bien el otro extremo: 'vaya, qué preciosidad, ojalá tuviera yo una igual'. Ninguna de las dos respuestas habría ayudado mucho en la conversación. No veía ninguna estrella de David en su frente, pero pensé que podía tratarse de una trampa o de una prueba para ver hasta qué punto yo estaba dispuesto a creerme su explicación. Igual me estaba engañando, diciendo que la estrella estaba en su frente cuando en realidad estaba en un brazo o en su pecho, y quería averiguar cuánto sabía yo sobre él. En esa ocasión dije simplemente que no había traído mis gafas, que había poca luz y que no podía ver su marca de nacimiento pero que aceptaba su palabra de que estaba allí. Dijo que los nazis habían estado conectados con los OVNIs que flotan continuamente sobre la tierra y le habían ordenado por telepatía que matara para reponer su sangre. Concluyó su exposición diciéndome: 'Así que ya ve, señor Ressler, está muy claro que maté en defensa propia'
Quizá la información más relevante que saqué de la entrevista fue la respuesta que me dio cuando le pregunté cómo había elegido a sus víctimas. Muchos de los anteriores entrevistadores habían sido incapaces de obtener ese dato, pero yo me había ganado la confianza de Chase y él se sintió cómodo contándomelo. Había estado escuchando voces que le decían que matara y simplemente fue de casa en casa, probando si la puerta estaba cerrada o no. Si la puerta estaba cerrada, no entraba. Pero si estaba abierta, entraba. Le pregunté por qué no rompió simplemente una puerta si quería entrar en una casa en particular. 'Oh', dijo, 'si una puerta está cerrada, significa que no eres bienvenido'. ¡Qué delgada era la línea entre los que evitaron ser víctimas de un crimen horrendo y los que sufrieron una muerte atroz a manos de Chase! Finalmente, le pregunté por el vasito de plástico que llevaba en la mano. Me dijo que era una prueba de que en la cárcel estaban intentando envenenarle. Me lo enseñó y dentro había una sustancia amarilla y pegajosa que más tarde identifiqué como los restos de una cena precocinada de macarrones y quesos. Quería que me lo llevara al laboratorio del FBI en Quantico para que lo analizaran. Era un regalo que no podía rechazar. La información obtenida en esa entrevista ayudó a confirmar el retrato que estábamos elaborando del 'asesino desorganizado', que era radicalmente diferente del retrato del 'asesino organizado'. Chase no se limitaba a encajar en el perfil del asesino desorganizado, sino que se podría afirmar que era su personificación. Nunca he conocido, ni creo que ningún otro policía lo haya hecho, a un tipo que se adecuara mejor a las características del asesino desorganizado. A este respecto, era todo un clásico.
Los otros presos en la cárcel de San Quintín se mofaban de Chase; amenazaban con matarle si conseguían acercarse lo suficiente y le decían que tendría que suicidarse. Los psicólogos y psiquiatras de la cárcel que examinaron a Chase en aquella época esperaron a que se calmara el revuelo que se había formado en torno a la pena de muerte y luego sugirieron que, dado que era 'psicótico, loco e incompetente, y todo esto de manera crónica', fuera trasladado a la prisión de Vacaville, en California, conocida como las 'Instalaciones Médicas de California' del sistema penitenciario, el lugar que alberga a los locos criminales. Yo, desde luego, estaba de acuerdo con esa opinión. Para entonces, como creía que el FBI analizaría lo que le daban de comer en la cárcel, Chase también nos escribía a Conway y a mí para decimos que tenía que desplazarse a Washington, D.C., para trabajar en su apelación. Tenía la convicción de que al FBI le interesaría saber que los OVNls estaban relacionados con los accidentes aéreos y las armas antiaéreas que los iraníes empleaban contra Estados Unidos. 'Sería fácil para el FBI detectar los OVNIs por radar', me escribió, 'y verían que me siguen y que son estrellas en el cielo por la noche que se encienden por medio de algún tipo de máquina de fusión controlada'
Fue la última vez que Chase me escribió. Justo después de la Navidad de 1980, lo encontraron muerto en su celda en Vacaville. Había estado ahorrando muchas pastillas antidepresivas de las que recibía para controlar sus alucinaciones y convertirlo en un preso manejable, y se las había tomado todas de una vez. Algunos dijeron que era un suicidio; otros siguieron creyendo que había sido un accidente, que Richard Trenton Chase había ingerido todas las pastillas en un intento de acallar las voces que lo habían impulsado a matar y que lo atormentaron hasta el día de su muerte".
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